jueves, 21 de abril de 2011

ARCHÉ


Partiendo de que TODO en esta vida es relativo, ¿cómo puedo llegar a una conclusión de algo? ¿Cómo hacerlo si todo depende de cómo se lo mire?. La mirada de uno, la interpretación, los juicios de valor lo dicen todo, al menos si dejamos que lo digan todo, y ese todo nos llegue… Pero, la mirada de hoy no siempre será similar a la mirada de mañana, la opinión de hoy puede seguir y puede ser firme hasta que algo extraordinario ocurra y la cambie para siempre. Si todo cambia constantemente, ¿qué cosas permanecen? ¿Permanecen solas, de por sí, o somos nosotros los que debemos hacerlas perdurar? ¿Qué recuerdos quedan? ¿Cuáles deciden marcharse? ¿Qué palabras se congelan y cuales se olvidan? ¿Qué miradas se detienen en el tiempo? ¿Cuáles sentimientos nunca deciden irse?.

No es tan fácil saberlo, no es fácil plantearse lo que uno desea, lo que uno añora, y a la vez debería ser lo más sencillo del mundo, debería ser algo que se siente o no se siente, que existe o deja de existir, debería tener más certeza que cualquier otra cosa, debería haber seguridad en ello, pero la seguridad se torna una utopía a veces. Es fácil saber si tenemos hambre, porque es algo físico, sentimos que nuestro estómago llama nuestra atención, pero ¿qué hay de aquellos ecos, aquellos recuerdos, emociones, sentimientos que deciden no llamar la atención? Aquellos que permanecen en el fondo de un océano y se niegan a llegar a la superficie. Por otro lado, tampoco pasan desapercibidos, en algún momento del día, de la semana, del mes aparecen de la forma menos pensada, porque claro… un sentimiento no debería ser pensado, simplemente existe, surge, nace, incrementa, disminuye, es como una luz capaz de apagarse y prenderse en el momento más inesperado…

Es sólo que provoca a veces enojo el hecho de valorar al perder ese sentimiento, de actuar a destiempo, de dudar y dudar, de querer pensarlo todo, de ansiar que todo suceda YA, de auto engañarnos, pero el alma no actúa como queremos, el alma tiene algo así como vida propia, incluso al equivocarnos en una palabra y mencionar otra, incluso en ese entonces estamos dejando escapar aquello que más querríamos encerrar, aquello que quizá es mejor olvidar, esconder, enterrar. Sin embargo, resulta gracioso cómo de manera tan simple la vida demuestra dónde, cómo y cuánto te has equivocado, al no haber estado en aquel sitio, al no haber dicho esas palabras, al haber evitado lo que debía enfrentarse. SIEMPRE, terminamos aprendiendo algo, es sólo que deseamos haberlo aprendido antes, es sólo que deseamos habernos animado antes al encuentro, haber deseado y haber realizado, haber sido valientes…

Si ese deseo es el amor, se debe saber que el estar completo implica la compañía y la presencia de alguien más, de un alma más que no se frene, que lo descontrole todo, que saque lo que está encasillado del lugar siempre tan confortable, que descoloque el panorama, que lo de vuelta y genere una energía que nunca antes has sentido, que genere que el cuerpo quiera ir al encuentro, y que la razón se pierda en el camino, sin interferir con los sentimientos, simplemente dejarlos libres, porque todo es probable si el alma se anima a sentir y vencer, a dejar de lado las estructuras y enloquecer un poco, creo que la clave está en permitirle ser como es…

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