lunes, 6 de septiembre de 2010

La Razón y el Corazón

“Me miro de reojo el corazón

Y el me sonríe con puntos suspensivos”

Sí, con puntos suspensivos, expectante, divertido, esperando que lo que deba suceder suceda. Pobre, no sabe todavía a lo que lo estoy sometiendo, me sonríe inocente creyendo y sintiendo, espera mi seguridad, mi propio respeto por lo que yo misma siento. No esperaba que lo contradiga, que me vuelva sorda para no escucharlo. Desconoce lo que mi razón le manda, porque intenta sofocarlo, opacarlo, intenta guiarse por el dulce orgullo, por un ego herido que busca en otros lugares lo que el corazón cree haber encontrado ya. Es mi razón, mi cabeza, mis pensamientos, todo lo causante de intentar perderme, de querer evitar lo que el corazón pide a gritos. El sí sabe lo que quiere, él se jugaría el todo por el todo sin siquiera esperar que algo malo pueda suceder. Pero mi cabeza expone las advertencias, lo sobreprotege, no va a dejar que las cosas fluyan con naturalidad, e intentará siempre poner el freno, intentará siempre hallar un pretexto.

El corazón, dicen, tiene razones que la razón desconoce, y sí es cierto. El no piensa en el después, vive en el veremos, disfruta del ahora, a puro sentimiento, no pone trabas, solo intenta liberarse, hacer que sienta lo que va viniendo, intenta arriesgarse sin esperar nada a cambio, solo dar…

Pero la razón, y el corazón, deben convivir el uno con el otro, ambos están dentro de mí. En mi caso, los veo como mis Dr. Jekyll and Mr. Hyde. Uno tan completamente distinto del otro, pero existiendo en conjunto sin poder ser el uno sin el otro.

Es complicado cuando el corazón manda y ni la razón puede contradecirlo, porque afirma, establece, se hace presente, se impone, se hace notar. Cada gesto inconsciente, cada abrazo y cada beso se manifiestan en mi esencia, porque él ya esta allí, porque ese alguien intenta seducirlo. Aun cuando mi razón conoce lo dañino, mi corazón insiste en jugar con ello. ¿Será tan ingenuo de creer que no va a haber daño alguno? O quizá no le interesa. El solo se dedica a sentir, a jugar, a arriesgarse, a romper las reglas y saltear mis propios obstáculos, mis miedos, mis dudas. A el no le interesa dudar, porque en el fondo siempre está seguro de lo que busca, y si lo que buscaba le gustó, se ocupa de grabar una huella que sea difícil de borrar.

Mi razón siempre ha buscado contradecirlo, ha buscado negar sus llamados, pero hoy creo que están siendo muy fuertes, y aun cuando ella intenta no oírlos, sabe que a este round lo pierde por knock out.

Ya no quiero límites, quiero acercarme más y más a mi perdición. Quiero jugar, experimentar, intentar. Quiero callar a mi razón y sólo dejar hablar al corazón. ¿Saldré herida? Sí, tal vez. ¿Sufriré? Sí, es lo más probable, pero si la pregunta fuera otra, si en realidad me preguntara: ¿viviré esto? Hoy respondo que sí, quiero vivirlo, quiero sentirlo, desearlo y enloquecer. Quiero que lo incierto me sorprenda, y poder ser lo suficientemente valiente para luego soportar cualquier dolor. Quiero dejar de inventar pretextos…

Ya no quiero vivir en la comodidad de lo sencillo, quiero conocer lo oculto que hay en él, saber que la luna puede ser mía si así lo quisiera. Saber que esta locura es temporal pero en este caso, no quiero remedios, no quiero la cura, no mientras mi locura sea él. No mientras el veneno sigan siendo sus besos. No mientras este sabor sea tan dulce y tan amargo al mismo tiempo. Aun si esto es un delirio, aun si esto no es real, quiero probarlo y dejarme llevar, quiero besarlo y ya no pensar, quiero quererlo sin son ni san. Quiero hacer esto a mi manera, pero quiero que ésta sea la manera.

Quiero sentir y sólo sentir…

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